La eritromicina es altamente efectiva contra muchos microorganismos grampositivos y para
Chlamydia spp. Es una alternativa para las infecciones resistentes a penicilina, bacitracina y cefalosporinas. Util en el tratamiento de infecciones oculares superficiales tales como: conjuntivitis, queratitis, queratoconjuntivitis, blefaritis, blefaroconjuntivitis y meibomitis debidas a cepas de microorganismos sensibles a este antibiótico. Se emplea en el manejo de algunos casos de úlceras corneales por neumococos o estreptococos resistentes a otros antibióticos; si los organismos son sensibles también puede emplearse en queratitis debidas a
Neisseria spp., especialmente en blefaritis recalcitrantes que no responden a otras terapias. Su empleo tópico en infecciones por
Chlamydia es para controlar el tracoma. También está indicada en la profilaxis de la oftalmía del recién nacido.